Nunca fue tan difícil poner palabras a algo.
A veces siento que se me escurre el tiempo entre los dedos y, sin embargo, yo lo único que deseo es enlentecer el momento para poder darme cuenta de todo lo que me está pasando. Pido clemencia, ansío que el tiempo pare, que no pase nada por no estar haciendo, por no ser una mujer productiva que dejó una larga lista de tareas por hacer.
Hoy hace una semana que ingresé por urgencias en el hospital, y desde allí escribía mi carta de los lunes, hoy agradezco mucho poder hacerlo desde la paz de mi casa, sintiendo la suave brisa cálida y el constante y ensordecedor sonido de la chicharra. Adaptándome a la nueva situación, al duelo, y a este nuevo cuerpo, que necesita reposo y grandes dosis de amor.
El pasado martes me intervenían de urgencia debido a una fuerte hemorragia interna a causa de un embarazo ectópico. Cuando me lo dijeron, no me lo podía creer, me iban a extirpar una trompa, mi trompa izquierda…¡Cuánto dolor!, es que acaso, ¿no hay otra opción?; y sin apenas tiempo para reaccionar, para poder digerirlo, masticarlo, hacerlo más liviano, para comprender… Me vi arrastrada en una silla de ruedas de camino al gélido quirófano, aceptando lo que ya estaba pasando. Pasé miedo, mucho miedo… Pero una fuerza interior me hizo continuar, abrazarme a la vida, confiar y vivir desde la fe.
Pérdida de ti,
ahora solo me quedan tus heridas,
que en cicatrices,
se convertirán tarde o temprano.
Y en parte de mí,
una pieza del recuerdo,
de ti,
de mí,
de ahora,
de siempre
Y siempre en mí,
vivirás siempre,
en mí…
Aunque un pedazo de mí,
tú te has llevado.
Todo salió bien, y ahora, estoy poco a poco intentando colocar todo lo que en ese tiempo tan breve e intenso ha pasado sobre mi cuerpo. La recuperación de la laparoscopia va bien, alucinada con lo maravilloso que es el cuerpo. Todavía tengo que mantener reposo, y las tareas más simples se vuelven casi imposibles. Esto me cuesta mucho.
A nivel emocional me encuentro como surfeando grandes olas, y otras dejándome mecer por un mar en calma. Mis días están llenos de lectura, de flores, siestas, alguna que otra película, paseos cortos, escritura y mucho reposo. Tengo quién me cuida y eso me hace tremendamente feliz, me siento muy agradecida y afortunada por tantísimos gestos de amor recibidos en estos días; me llenan el alma y hacen que la recuperación sea más liviana, además me conectan con la idea de que somos mucho más de lo que ven nuestros ojos y que estamos todos conectados.
Al mostrar mi herida,
me siento vista,
conectada y sostenida.
Envió amor desde lo más profundo de mi corazón.
Gracias,
María.